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Breves reflexiones sobre el estado de la dictadura.
La guerra terminaría si los muertos pudiesen regresar.”
Ya van tres eslóganes introductorios, uno atrás de otro, y todavía no llegamos al comienzo del artículo de Iván Mora. Sólo así se entiende cómo un escrito autocomplaciente, oportunista y atiborrado de lugares comunes, puede extenderse tanto y aportar tan poco. En todo caso, los que conocemos y apreciamos al autor, y vimos Sin otoño sin primavera, sabemos que los eslóganes son su estilo.
Por fin, después del tercer punto a parte, llegamos al
primer argumento original del manifiesto, únicamente para llevarnos una
decepción. Para Iván, las dos posturas del debate político de los últimos días
consistían en: a) “oponerse al paquetazo criminal”, o b) “vagos déjennos
trabajar”. ¿Hace falta señalar que las posturas enfrentadas son muchísimo mas
complejas y que hay mucha malicia en esa forma de sintetizarlas?
Lamentablemente si hace falta porque, aunque casi todo el cine ecuatoriano es a
color, muchos de sus protagonistas parecen ver el mundo en blanco y negro.
Es difícil rebuscar en los trasteros de la complejidad sin toparse, ya en
la puerta, con la contradicción. La contradicción de hallar en un sermón
moralizante y parcializado, como el de Iván, una frase como esta: “Yo creo
fervientemente en que la humanidad está (entre otros lugares) en comprender al
que piensa diferente, en entenderlo”. El fervor humanista y
democrático del autor no dura más que un párrafo. A partir de allí, con el
consabido comodín de los derechos humanos, se desarrolla precisamente un
fervoroso ataque al que piense.
Menciono el escrito de Iván Mora, a quién respeto y estimo, como ya dije más arriba,
porque al publicar su escrito debió estar consciente de que se exponía a
recibir alguna réplica. Pero no es nada personal. El mensaje va para todos los
amigos y conocidos que dicen —y en todo caso están en su derecho a hacerlo,
pero también deben tolerar una respuesta— que para instaurar la justicia, está
bien suprimir la verdad, suprimir la paz, suprimir la razón, suprimir el
diálogo. Los últimos acontecimientos me han hecho pensar que, sí, posiblemente no hay peor
reaccionario que el progresista arrepentido, pero tampoco hay peores progresistas
que los aniñados resentidos con su propia clase social.
Para no quedar atrás en las demostraciones gratuitas de erudición yo
también voy a emplear un eslogan: “El único artista comprometido es el que, sin
rechazar el combate, se niega al menos a sumarse a los ejércitos regulares”. Lo
dice Albert Camus en “El artista y su tiempo”. Haría muy bien a las personas
inteligentes y bienintencionadas, como sé que son los amigos a los que me he
referido, releer a Camus en este momento de polarizaciones y cegueras
ideológicas.
Prometí a alguien que intentaría que este fuera un texto lo más TENDENCIOSO
posible. Algunos los verán así pero, por supuesto, yo no. Así que aquí va mi
aporte personal:
¡A mi sí me importan mucho las “sólo son piedras” de Quito, carajo!