“Quien acude al cine se ha acostumbrado a que una película tenga una historia, un tema, héroes y casi siempre un final feliz; y a menudo se va desencantado a casa porque no encuentra ninguno de ellos” (1).
The Brutalist es el tipo de película en la que queda claro que el cine no es necesariamente una forma de arte subsidiaria de la literatura. En The Brutalist, el argumento no opaca la rica estructura que puede poseer la obra cinematográfica total. Es por esto que hará muy bien quien disfrute de The Brutalist como si se tratara de una composición musical disonante (al estilo de las sonatas de Alban Berg), o como un edificio con paredes sin enlucir, más que como una novela juvenil o una típica película hollywoodense. Aquí viene bien hablar de los “gustos adquiridos”, como los sabores amargos, que desagradan a los niños, pero embriagan a los poetas.
The Brutalist es una película que toma como pretexto la creación arquitectónica para, en realidad, denunciar los desafíos de la creación cinematográfica, y que, finalmente, termina siendo una gran obra de “arquitectura cinematográfica”. No es una película sobre el brutalismo en la arquitectura (2).
Cuando digo que The Brutalist posee una gran “arquitectura cinematográfica”, me refiero a que los autores –Brady Corbet y Mona Fastvold– juegan de manera consciente y hábil con la estructura formal de la película, rompiendo los cánones estéticos de la cinematografía convencional. No hay recetas desgastadas en el ritmo, el formato, la extensión, ni siquiera en el rol que desempeñan los personajes en el desarrollo de la historia.
El sistema VistaVision es parte del juego de desafíos a las convenciones. El mismo consiste en girar el área de impresión sobre el rollo de 35 mm para obtener un formato de mayor tamaño, del mismo modo en el que los arquitectos giramos las láminas A1 para obtener el formato A0. Con el juego VistaVision en marcha todos los ejes y rotaciones quedan invitados a la pantalla. Los realizadores lo saben, lo aprovechan y lo disfrutan. Sin embargo, no he escuchado a nadie destacar que cuando la Estatua de la Libertad aparece volteada, en realidad, esa es la manera en la que la imagen debería estar impresa sobre la cinta cinematográfica de 35 mm (si no se utilizaría el sistema VistaVision). El recurso de la rotación del plano cinematográfico aparece en varias ocasiones, especialmente para desplazar los símbolos fuera del eje acostumbrado. A la mencionada Estatua de la Libertad se suman otros símbolos en posiciones inusuales, como la cruz cristiana, o el capitel de las columnas clásicas. El movimiento de los créditos finales también transcurre en un eje desacostumbrado. Occidente aparece invertido, pero no podemos estar tan seguros de aquello, porque con el juego VistaVision todo el filme está rotado.
La estructura de The Brutalist es como un edificio de dos cuerpos, tipo cruz: el primero sigue los cánones de la narrativa convencional, en el sentido de que es lineal, rítmico, ordenado, armonioso y bello. A los tres minutos de comenzar la función se cita a Goethe en Las afinidades electivas: “Nadie es más esclavo que el que cree ser libre sin serlo”. En los momentos más dramáticos se escucha la música de Richard Wagner. Se emplean leitmotiv sonoros y visuales. No hay que dejar pasar esos detalles. La fabricación de una silla tubular se muestra como una sinfonía de acero y fuego. Para mí está claro que se alude a Sigfrido forjando su espada o a Wieland forjando sus alas en un intento de retomar el control de su destino (estos son mitos que una escandinava como Mona Fastvold lleva arraigados en el inconsciente) (3). Todo eso es muy bello y sobrecogedor.
El segundo cuerpo del edificio-película rompe la estructura narrativa hollywoodense, resulta fastidioso y parece realizado de una forma torpe, pero te sobresalta y conmueve, como posiblemente ocurrió con La Consagración de La Primavera hace 100 años. Todo el tiempo tuve la sensación de que alguien dentro del cine comenzaría a abuchear la obra antes de que terminara. El ritmo que se percibe es violento, terrible e incluso desagradable, como podría considerarse que ocurre en la superficie tosca de un edificio brutalista o en la composición de un collage del cubismo sintético. La moneda tirada al aire con irrespeto, la noticia de que otro arquitecto intervendrá en el proyecto, la escena de la pareja enfrentada a la intimidad tras muchos años sin verse, el tren accidentado, los gritos de dolor en la noche, los símbolos invertidos, la brutalidad de las canteras de mármol, la violación, la acusación y el desenlace en el altar de los sacrificios… son demasiados imprevistos sucediéndose a un ritmo repugnante.
¿recuerdas el objeto que vimos, alma mía, aquella hermosa mañana de estío tan apacible? (4)
Nadie tiene el ánimo de escuchar las notas de One for You, One for me en la escena que sigue al sacrificio en el altar, casi al final de la película. Por si eso fuera poco, la imagen cambia a un formato tipo Betamax, totalmente desatinado, ochentero y desagradable. La actriz que antes hacía de sobrina ahora hace de su hija. Todo parece estar mal y es confuso; pero está increíblemente bien calculado. Es una película brutalista ¡El final es insoportable y estos tipos son unos genios!
Se podrían decir muchas cosas más acerca de este filme que te deja en un estado pensativo y emocionado. Si se quisiera, se podría analizar su enfoque político, religioso e ideológico. Con mis amigos lo fuimos a ver dos veces. La primera vez nos mordimos la lengua al salir de la función. "No estábamos preparados para lo que vimos, es comprensible". Era mejor callar y dejar que el inconsciente procesara la experiencia (5).
Al Adrián no le resultó tan marcada la diferencia entre las dos partes de la película. Percibió unas capas superpuestas que le otorgaban unidad y resaltó las referencias al cine clásico. El Omar hizo algunos comentarios acertados sobre los símbolos. The Brutalist está llena de ellos y “hay que ser buenos leyendo las señales”. Así dice el millonario señor Lee Van Buren en la película. La segunda vez que fuimos a verla me pareció muy distinta. Incluso la segunda parte me resultó relativamente afable y armoniosa. Una vez advertido de los sobresaltos, el ritmo resultó natural a lo largo de toda la historia. La volvería a ver, de nuevo, si alguien se apunta.
(1) Extracto del libro Esculpir en el tiempo (1985), por Andréi Tarkovski.
(2) Según la Marisol, analizar The Brutalist desde la historia de la arquitectura es como pensar en Friends desde la paleontología.
(3) Los mitos de Sigfrido (Siegfried) y Wieland (Völundr) estan asociados con el acto de forjar, no solo en el sentido literal de trabajar con metal, sino también con la idea de moldear el propio destino con ansias de libertad (y de venganza). Por sin queda alguna duda, en ese preciso momento, la voz en off de la película describe el nacimiento del estado de Israel como un acto de forjar su destino.
(4) Tomado del poema 29 de Las Flores del mal (1857): "A una carroña", por Charles Baudelaire.
(5) Cuando Lee Van Buren se disculpa por su reacción violenta al encontrar la biblioteca transformada, Lázlo Tóth le responde: "No estaba preparado para lo que vio, es comprensible".