miércoles, 16 de octubre de 2019

NO HAY PEOR PROGRE QUE EL ANIÑADO RESENTIDO


“No hay peor reaccionario que el progresista arrepentido.
Breves reflexiones sobre el estado de la dictadura.
La guerra terminaría si los muertos pudiesen regresar.”

Ya van tres eslóganes introductorios, uno atrás de otro, y todavía no llegamos al comienzo del artículo de Iván Mora. Sólo así se entiende cómo un escrito autocomplaciente, oportunista y atiborrado de lugares comunes, puede extenderse tanto y aportar tan poco. En todo caso, los que conocemos y apreciamos al autor, y vimos Sin otoño sin primavera, sabemos que los eslóganes son su estilo.

Por fin, después del tercer punto a parte, llegamos al primer argumento original del manifiesto, únicamente para llevarnos una decepción. Para Iván, las dos posturas del debate político de los últimos días consistían en: a) “oponerse al paquetazo criminal”, o b) “vagos déjennos trabajar”. ¿Hace falta señalar que las posturas enfrentadas son muchísimo mas complejas y que hay mucha malicia en esa forma de sintetizarlas? Lamentablemente si hace falta porque, aunque casi todo el cine ecuatoriano es a color, muchos de sus protagonistas parecen ver el mundo en blanco y negro.

Es difícil rebuscar en los trasteros de la complejidad sin toparse, ya en la puerta, con la contradicción. La contradicción de hallar en un sermón moralizante y parcializado, como el de Iván, una frase como esta: “Yo creo fervientemente en que la humanidad está (entre otros lugares) en comprender al que piensa diferente, en entenderlo”. El fervor humanista y democrático del autor no dura más que un párrafo. A partir de allí, con el consabido comodín de los derechos humanos, se desarrolla precisamente un fervoroso ataque al que piense.
Menciono el escrito de Iván Mora, a quién respeto y estimo, como ya dije más arriba, porque al publicar su escrito debió estar consciente de que se exponía a recibir alguna réplica. Pero no es nada personal. El mensaje va para todos los amigos y conocidos que dicen —y en todo caso están en su derecho a hacerlo, pero también deben tolerar una respuesta— que para instaurar la justicia, está bien suprimir la verdad, suprimir la paz, suprimir la razón, suprimir el diálogo. Los últimos acontecimientos me han hecho pensar que, sí, posiblemente no hay peor reaccionario que el progresista arrepentido, pero tampoco hay peores progresistas que los aniñados resentidos con su propia clase social.
Para no quedar atrás en las demostraciones gratuitas de erudición yo también voy a emplear un eslogan: “El único artista comprometido es el que, sin rechazar el combate, se niega al menos a sumarse a los ejércitos regulares”. Lo dice Albert Camus en “El artista y su tiempo”. Haría muy bien a las personas inteligentes y bienintencionadas, como sé que son los amigos a los que me he referido, releer a Camus en este momento de polarizaciones y cegueras ideológicas.
Prometí a alguien que intentaría que este fuera un texto lo más TENDENCIOSO posible. Algunos los verán así pero, por supuesto, yo no. Así que aquí va mi aporte personal:
¡A mi sí me importan mucho las “sólo son piedras” de Quito, carajo!